Algunos sabemos que si mezclamos harina leudante, azúcar, huevos, manteca y chocolate y dejamos hornear unos 20 minutos a fuego moderado se obtiene un bizcochuelo. Pero ¿cuántos conocemos realmente los procesos químicos que se producen para que una sumatoria de ingredientes se convierta en otra cosa luego
de pasar por el fuego? Nosotros, honestamente, no tenemos ni idea.
Algo parecido pasa con el dólar: las distintas cotizaciones, las regulaciones o cómo comprar en el home banking son cosas conocidas por muchos de nosotros. Sin embargo, ¿cuántos entienden verdaderamente las distintas aristas de la política cambiaria?
Entender de política cambiaria es más complicado que la química de la cocina. No porque sea más difícil, sino porque los grandes medios y sus notables economistas nos confunden con sus teorías que dominan el mundo de las ideas, pero no el de los hechos. En este artículo se propone saltar la brecha: no la del dólar, sino aquella
entre la ignorancia y las razones.
A partir de las políticas neoliberales de Martínez de Hoz y, sobre todo, a partir de las crisis hiperinflacionarias de finales de la década del ochenta, el dólar estadounidense se ha convertido en la forma en la cual los argentinos y argentinas ahorran. Este proceso se intensificó durante la Convertibilidad (1991-2002) con las
“reformas estructurales pro mercado” que generaron un flujo de ingresos de dólares vía endeudamiento externo y, como contracara, una mayor dolarización de los ahorros y salida de capitales. La insostenibilidad del modelo solo quedaría en evidencia a fines de 2001 cuando se desató la mayor crisis socioeconómica, que
incluyó un default a la deuda soberana.
Posterior a la crisis, un nuevo patrón de crecimiento comenzó a dar los primeros pasos cuyo enfoque estuvo en la expansión del mercado interno y la mejora de las condiciones sociales de la población con un proceso de normalización de la situación financiera (canje de deuda del 2005). Sin embargo, la demanda por el dólar estaba latente y comenzó a tener mayor ritmo a partir del 2007. Fue tan intensa que, entre 2007 y 2011, la fuga de capitales rondó los US $80 mil millones motivadas por varios motivos (el lock-out patronal agrario de 2008, la crisis internacional, el deterioro de las cuentas externas por la demanda importadora de la industria y energética, entre otras). Por ello, a partir de finales de 2011, se implementaron las primeras restricciones cambiarias que se mantuvieron vigentes hasta 2015, cuando asumió Mauricio Macri.
El gobierno de Cambiemos retomó las políticas de desregulación monetaria y cambiaria, junto a un endeudamiento externo feroz (alrededor de US$ 100.000 millones por deuda externa pública, privada e inversiones especulativas). A principios del 2018 hubo algunos indicios de que el modelo empezaba a
desmoronarse (por ejemplo, el cierre de los mercados voluntarios de crédito a principios del año) y se desencadenó una gran reversión en los flujos de capitales causando una fuerte devaluación y un pedido de auxilio al Fondo Monetario Internacional por US$ 44,5 mil millones.
A partir de entonces, la salida de capitales y la pérdida de reservas internacionales se hizo aún más intensa: se realizaron importantes pagos de capital e intereses por parte del sector público (US$ 40,7 mil millones), ventas de divisas (US$ 20 mil millones) y salidas de depósitos (US$ 5 mil millones). Cambiemos cerró su gobierno en el punto que inició: implementó fuertes restricciones cambiarias minimizando la fuga de capitales y la pérdida de reservas internacionales.
El objetivo es comprender el papel que tiene el dólar en una economía para los distintos actores y la disputa por quiénes “lo controlan”. Para el Estado, es un instrumento de política económica importante para la fijación de los distintos precios de la economía. La determinación de su nivel y su dinámica (presente y
futura) implica el envío de señales a todos los agentes económicos respecto a un conjunto de variables, tales como rentabilidades sectoriales, niveles de precios, costos, etc. En otras palabras, el dólar es el precio de los precios. Por eso es sumamente trascendental tenerlo bajo control para lograr direccionar los incentivos
económicos. Para el sector privado (empresarios y ahorristas), el dólar se desempeña como un refugio. Para las empresas multinacionales el acceso a las divisas es sumamente importante ya que tiene la obligación de remitir las utilidades a sus casas matrices en el extranjero.
Como cierre, podemos pensar que la disputa por el dólar es sumamente compleja, a raíz de los fuertes intereses y las dinámicas que tienen las partes. Cualquier intento de administración por parte de la Autoridad Monetaria implica tensiones en la economía, tal como se observa en los últimos días. Estas fueron impartidas con el fin de evitar la salida de capitales, caída de las reservas internacionales y una devaluación de la moneda. Hay que tener en cuenta el marco en que se encuentra la economía argentina: el gobierno asumió con una crisis considerable y se le sumó la pandemia. Crisis por duplicado… Sin embargo será necesario canalizar ese excedente/ahorro “dolarizable” en otros activos en moneda local para descomprimir las tensiones financieras en la economía.
Breno Nunes Chas
Licenciado en Economía (UBA). Investigador del Departamento de Economía Política y Sistema Mundial del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”. Docente en Facultad de Ciencias Económicas y Facultad de Ciencias Sociales (UBA).