Cuando uso una palabra -dijo Humpty Dumpty, con algo de desprecio- significa lo que da la gana que signifique. Ni más ni menos.
El problema -dijo Alicia- es el de si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
El problema -dijo Humpty Dumpty- es el de saber quién manda. Eso es todo”.
Lewis Carrol
Vengo advirtiendo la necesidad de gestionar una comunicación que ponga en evidencia la congruencia entre el decir y el hacer, puesto ello define gran parte de lo que una persona Es. En el ámbito de la política, lo anterior cobra especial relevancia. Y en este sentido, implementar una estrategia que empatice con la gente y legitime las acciones políticas -acciones que deben ser coherentes con lo que se dice- sería suficiente para comunicar de manera eficaz.
En tiempos de crisis, la comunicación política no resiste el más mínimo descuido. Pues el límite entre la desconfianza y la anomia, suele ser muy finito. Tal vez la relajación de los cuidados para evitar contagios de covid19, recoge las huellas de un discurso social habitado por contradicciones que quedaron fuertemente instaladas en el imaginario.
El intercambio y la escucha social de los líderes políticos son esenciales. Si los dirigentes conocen qué piensan, qué sienten, qué quieren y qué necesitan los ciudadanos, tendrán el camino allanado para construir o re-construir relaciones de cercanía y lazos de confianza. Como la palabra abre posibilidades, los mensajes claros, simples y empáticos son una herramienta poderosa para tender puentes. Un buen discurso político proyecta transparencia, está atento a las expectativas de la gente y llega a la mayor cantidad de personas, con la menor cantidad de fisuras posible.
De lo dicho hasta acá podemos inferir el peligro que comporta la falta de congruencia entre lo que se dice y lo que se hace. Así como también, el hecho de decir y retractarse. Más aún, si se suman enfrentamientos discursivos entre actores del arco político y dimes y diretes de formadores de opinión que juegan para uno u otro equipo. Este combo no solo aumenta la falta de credibilidad hacia la política, sino que genera confusión y desinformación de una ciudadanía, que ya viene muy infoxicada y se siente manipulada, castigada y a la deriva.
La multiplicación de voces para hablar de una gigantesca diversidad de temas, es moneda corriente. La tarea de comunicar no puede ser responsabilidad de todos, puesto que siendo así, la responsabilidad recae sobre nadie. En palabras de Humpty Dumpty (ver epígrafe): “El problema es el de saber quién manda. Eso es todo”. La comunicación de crisis admite una sola voz hablando a quienes representa y necesitan de su contención y seguridad. Si mostramos caos, la gente recibirá caos -con las consecuencias que eso genera-, en tanto si la estrategia comunicacional está planificada será más eficaz y los líderes tendrán más chances de recuperar la confianza de la ciudadanía.
En el entramado social, lo discursivo es ese espacio en el que circula el sentido, donde confluyen lo imaginario, las prácticas sociales y las ideologías. Creo que asistimos a un buen momento para que la política muestre la grandeza que pregona desde sus promesas discursivas, con acciones concretas. En tanto los medios masivos y sus actores deberían llamarse a una autocrítica trascendente en términos históricos. El bienestar de la humanidad está en riesgo. No es tiempo para los miserables.
Silvina Morelli
Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social (UBA) - Docente (UBA y UNDAV) - Autora - Coordina el GIC Comunicación y Oratoria (Sociales/UBA) - Consultora en Coaching Ontológico y PNL - Asesora en Comunicación Estratégica y Política.