OpiniónCamino a la igualdad. A 73 años del voto femenino

María Laura Rodríguezseptiembre 23, 20209 min

“Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos, una historia larga de luchas, tropiezos y esperanzas”[1].

Me gusta pensar la participación de la mujer en la política a través de la adquisición de derechos a lo largo del tiempo.  Bien sabemos que la política es una ciencia que está diseñada por y para hombres. El poder en su expresión dominante política ha sido, y continúa siendo, una cuestión de hombres.

De cuanto hemos sido privadas por tanto tiempo y.. ¡no hace tanto!

El recorrido histórico que ha tenido esta lucha, comienza en el año 1945 con la llegada del peronismo, quien creando a través de la figura de Eva Peron el partido peronista femenino instala la necesidad de que la mujer tenga participación cívica. No fue entonces hasta un 23 de Septiembre de 1947 que el Congreso sancionó la ley del voto femenino, y fue un 11 de noviembre de 1951 finalmente, el día que votaron por primera vez, en nuestro país, más de 3.500.000 mujeres, equivalente al 90% del padrón femenino.

Ahora bien, tuvieron que pasar 40 años para que seamos como país, el primero en el mundo en sancionar en 1991 “la Ley de Cupo femenino”, ésta establece un piso mínimo de 30% de candidatas en las listas de los partidos políticos para cargos electivos nacionales. Esta norma impuso un criterio de equidad en la selección de candidatos y candidatas, afirmando el derecho de las mujeres a ser parte de la toma de decisiones públicas y a ejercer más plenamente su condición de ciudadanas. Pero como todo, la ley no es un fin en sí mismo. Con ella vinieron sus obstáculos de aplicación, las maniobras efectuadas por los partidos políticos para evitar la ley y burlarse de ella, los cuales eran muchas; pero recordemos al menos dos: usar el mínimo porcentual del 30% como un tope máximo (es decir, nunca ninguna lista iba a estar integrada por mas del 30% de mujeres) razón por la cual, lo que fue un piso, termino siendo un techo; y por otra parte, no menor, obligarlas a renunciar cuando ganaban el cargo para que accediera el varón siguiente en la lista.

Sin duda, esta ley fue un mecanismo necesario para incrementar la participación femenina en las instituciones y profundizar los procesos de democratización que tengan en cuenta la equidad de género. Pero no alcanza con las cuotas. Es preciso, por una parte, introducir la perspectiva de género para que las políticas públicas puedan redistribuir bienes simbólicos en función de las necesidades específicas de hombres y mujeres, y es así que llegamos, unos 25 años después, en 2017 a la famosa Ley de Paridad, la cual buscó aumentar el porcentaje de mujeres en las listas pasando del 30% a un 50% junto con un armado secuencial uno a uno. Esta reforma mejora las condiciones de acceso de las mujeres porque supera el techo del 30% auto-impuesto por los partidos políticos y termina con la práctica que relegaba el lugar de las candidatas en un armado que tendía a ubicar a la mujer en el tercer lugar después de dos varones. Ahora bien, y acá lo importante, fue en las recientes elecciones de 2019 donde se aplicó por primera vez la regla de la paridad con un alto grado de cumplimiento por parte de las distintas fuerzas políticas tanto en las elecciones primarias como en las generales. Sin embargo, en el margen de discrecionalidad que corresponde a los partidos políticos y alianzas en la conformación de las listas, las mujeres continúan ocupando un lugar rezagado: es decir que ¡¡pasamos de estar terceras a estar segundas!! además de que solo 2 de cada 10 listas fueron lideradas por mujeres.

Hoy estamos frente a un nuevo reto. Y por esto pienso en la igualdad como un camino conforme el título de este artículo. Porque falta aún, una paridad vertical y no solo horizontal, donde la mujer encabece listas, para poder estar en debates, para poder visibilizar al género y sus temáticas; y también; y principalmente, hace falta que la mujer integre los espacios de discusión por donde circula la verdadera política en el ejercicio de poder propiamente dicho, para dejar de estar o ingresar en representación “de” o porque algún varón lo hizo por ella. En esto reparo y creo que tanto la ley de cupo como la de paridad persiguen la misma finalidad: garantizar el ejercicio de los derechos a los grupos desaventajados. En este caso, de las mujeres, que no son una minoría electoral sino de una minoría cultural y social que ha sido históricamente desplazada de la arena política y tantos otros. No obstante, si bien en una primera lectura rápida de la ley de paridad pareciera beneficiar sólo a las mujeres, su objetivo final es el beneficio general de la sociedad porque pretender alcanzar la igualdad como meta en una democracia implica mayor justicia en cuanto valora la ampliación de sectores históricamente postergados, y promueve una representación política más diversa al incluir en la agenda parlamentaria una mayor pluralidad temática con cuestiones antes omitidas.

Así es que pensemos: la única forma de que existan más políticas para mujeres, es que existan más mujeres en política.

 

[1] Discurso Eva Perón, Plaza de Mayo, 23 de Septiembre de 1947.

María Laura Rodríguez

Directora Dispositivo Integral de Abordaje Territorial de la ciudad de Bolívar (SEDRONAR). Integrante e investigadora del Centro de Estudios en Derechos Humanos de la UNICEN (CEDH). Candidata a Diputada Provincial por la Séptima Sección (2015). Concejal del HCD de Bolívar (2019-2023). Presidenta del Bloque (2020).

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