Hablar de “estabilidad” de precios puede sonar alentador, pero solo hasta que se revisa el punto de partida. Según datos del INDEC procesados por CELAG DATA, una amplia variedad de productos básicos aumentó entre un 200% y un 300% desde noviembre de 2023. Es decir, la desaceleración reciente convive con un salto previo que reconfiguró por completo la estructura de precios de la economía.
Es cierto que la inflación mensual se moderó respecto de los picos más duros del ajuste. Sin embargo, esa meseta llega después de un shock que llevó los valores a niveles históricamente altos. Y ese salto no se deshace: queda incorporado al costo de vida y condiciona cualquier idea de “normalización”.
Mientras tanto, los ingresos quedaron atrás. La recomposición salarial no acompañó la velocidad del aumento generalizado, generando una brecha que se traduce en la vida cotidiana: changuitos más caros, servicios más difíciles de pagar y una percepción social que no coincide con el optimismo oficial.
Por eso, aunque los números del mes muestren cierta calma, la economía de bolsillo sigue tensionada. La recuperación del poder adquisitivo aún no aparece, y la inercia del ajuste se percibe en cada compra.
En síntesis, la inflación de hoy importa, pero la inflación que ya ocurrió pesa más. Y hasta que esa distancia no se cierre, hablar de estabilidad seguirá siendo, para la mayoría, una estadística más que una sensación real.
